Cerámica en hornos de leña
La autora, ceramista española
residente en Bélgica y colaboradora de Infocerámica, comparte con
nosotros la pasión que domina a todos los que se atreven a conocer el
mundo de las cocciones de leña, que son algo más que una alternativa de
cocción, e incluso algo más que una técnica en si misma, llegando a
convertirse en una forma de entender la cerámica y, sobre todo, la
relación el creador con su obra y los procesos necesarios para
conseguirla.
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“Cerámica en hornos de leña”
por Ana Belén Montero
La cocción en un horno de leña es
probablemente una de las experiencias que más intriga y/o apasiona a los
ceramistas de todo el mundo. En este artículo me gustaría simplemente
compartir con vosotros mi experiencia de las cocciones de leña y, sobre
todo, las reflexiones y el camino que me llevaron a construir el horno
que uso actualmente. No entraré en detalles demasiado técnicos en esta
ocasión pero si os interesa, basta con que os manifestéis y os los
publicaré o comunicaré con mucho gusto.
En 2007 tuve ocasión de participar en un curso que daba Dalloun,
un ceramista francés. Se trataba de aprender a construir un horno de
leña para la técnica del rakú: ese tipo de horno se podía desmontar
fácilmente, modificar o agrandar, ya que los ladrillos refractarios
estaban simplemente apilados unos sobre otros sin mortero. Era un horno
de carga frontal, de llama invertida y, por lo tanto, muy económico en
leña. Esa experiencia fue una revelación y desde entonces, y como lo
comprobaréis, la fascinación por el fuego nunca me ha dejado.
Volví a casa tras aquel curso dándole
vueltas a la cabeza sobre cómo encontrar la forma de adaptar el horno
que habíamos aprendido a construir para alcanzar temperaturas más altas,
por lo menos 1.250 °C, que era lo que a mí me interesaba. La pérdida de
calor era importante con ese tipo de construcción así que, a pesar de
haber conseguido 1.050 °C sin modificar los planos, necesitaba encontrar
soluciones. Una solución podía ser apilar los ladrillos refractarios
perpendicularmente para aumentar el ancho de las paredes, pero eso
significaba comprar el doble de ladrillos –un costo bastante importante.
Había leído un libro de Alain Valtat que explicaba ese
método y sabía que podía funcionar. La otra solución que se me ocurrió
fue la que finalmente apliqué: simplemente “forré” el horno con
ladrillos normales de tierra cocida. La capa de aire entre las dos
paredes servía de aislante.
Estuve usando ese horno de “andar por casa”
durante varios años alcanzando temperaturas de 1.250 °C, e incluso más,
en unas doce horas. Los resultados no siempre eran interesantes desde
el punto de vista estético –a veces no conseguía la temperatura deseada o
una atmósfera reductora que revelara colores y matices de la arcilla y
de los esmaltes. Dependía demasiado del tiempo que hacía, el viento o la
lluvia podían arruinar mis esfuerzos, cosa que en Bélgica, donde vivo,
es de lo más imprevisible. Además, nunca encontré una buena solución
para el techo, que era plano: las placas refractarias se rompían, la
fibra cerámica se venía abajo y, cuando la trataba de sostener, hasta el
metal más grueso se doblaba al cabo de varias cocciones…
Afortunadamente, de vez en cuando tenía la oportunidad de participar en cocciones en un horno de tipo noborigama,
con dos cámaras: el horno Loly, en el sur de Bélgica. Para esas
cocciones, que generalmente duraban dos días, teníamos que estar en
equipo: no sólo por la necesidad de alimentar el fuego día y noche sino
también porque, siendo las dos cámaras bastante grandes, ¡había que
tener bastantes piezas para llenarlas! Cada una de esas cámaras mide
aproximadamente 180 × 180 × 70 cm, así que os podéis hacer una idea del
volumen que, en aquella época en la que no conocía todavía los grandes
hornos orientales (aunque existan muchos en Europa también), me parecía
enorme.
Por supuesto, aprendí muchísimo de esas
experiencias y decidí un día dar el paso y construirme un horno más
grande, más estable y, sobre todo, más adaptado a mi forma de crear y a
mis necesidades. Pero, ¿qué tipo de horno me convendría más? ¿Qué
tamaño? ¿Qué materiales usar?
Todo aquel que quiere construir un horno
de leña se encuentra frente a una enorme cantidad de decisiones que
tomar y, generalmente, muy poca experiencia para elegir el mejor camino a
seguir.
Así que, durante dos años, me puse a leer
todo lo que me caía en manos sobre el tema. También fui a visitar a
muchos ceramistas que cocían en hornos de leña y que, tengo que decirlo,
demostraron una generosidad extraordinaria, compartiendo experiencias,
anécdotas y hasta trucos para la construcción y la cocción.
Por fin me decidí por un horno de llama invertida que encontré en un libro de Frederick L. Olsen (The Kiln Book)
y en septiembre 2011 empecé la construcción, que duró un mes. Opté por
un plano con dos cámaras de combustión cruzadas sobre las cuales se
encuentra la cámara de cocción. La bóveda contribuye a distribuir las
llamas que se cruzan en el horno, homogeneizando la temperatura. La
cámara de cocción tiene una capacidad de poco menos de un metro cúbico y
está construida con ladrillos aislantes, mientras que las cámaras de
combustión de debajo están hechas con ladrillos refractarios densos, que
acumulan el calor.
Desde el punto de vista del consumo, que era para mí un punto esencial, es increíblemente económico:
aproximadamente 1,5 m³ de leña seca para alcanzar 1.300 °C en 12 horas,
aunque, por supuesto, la curva de temperaturas puede ser más lenta, y
lo ha sido en algunos casos en los que he buscado un resultado
particular. Esto se consigue gracias a lo que yo llamo “el principio del
termo”, es decir, que todo el horno está “forrado” exteriormente con
ladrillos aislantes ligeros.
Uso todo tipo de leña pero, para alcanzar los anhelados últimos grados, nada mejor que la madera resinosa de los pallets,
cortada de forma longitudinal: las varas que resultan se prenden en un
instante, liberando una llama larga que atraviesa el horno y acaba
saliendo por la chimenea.
Por supuesto, con una cocción tan rápida,
mi intención no es obtener los famosos vidriados de ceniza típicos de
las cerámicas que se han cocido en hornos noborigama, anagama, etc,
aunque obtengo, por supuesto, efectos del fuego que no podría conseguir
con otro tipo de cocción. Pero cocer en el horno de leña es para mí como
participar de forma íntima en la transformación final de la materia,
pero una participación humilde que permite que se cree una complicidad
entre el horno y el ceramista.
Finalmente, uso el tipo de horno que me
corresponde a mí y que le corresponde a mi obra cerámica actual. Y quizá
sea eso lo primero que se aprende cuando se empieza a tratar de
entender lo que es la cocción en horno de leña: cada horno es un mundo
en sí, con su carácter y su temperamento, con sus fuerzas y sus
debilidades, con su fragilidad y su poesía…
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-
- Construcción del horno
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- Vista del horno
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- Interior del horno
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- Forma de cerrar el horno
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- Cocción del horno
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- Llama en chimenea
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- Ana Belén Montero
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Ana Belén Montero es una ceramista española que vive y trabaja en Bélgica, donde se formó como ceramista.